martes, 10 de agosto de 2010

TRABAJO DE EMERGENCIA Y LA POBREZA QUE NO SE VA

Hace poco salió la encuesta CASEN y en ella, se estableció lo que se sabe al trabajar en terreno y no en grandes despachos rodeados de asesores: la pobreza aumentó en un número superior a las 300.000 personas entre el 2006 y el 2009 –especialmente en niños y jóvenes-; la desigualdad sigue su paso galopante y se afianza aún más, es decir, los ricos cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres.



Si se quisiera consolidar un sistema que pretenda movilidad social, uno de los aspectos más importantes a trabajar sería el aspecto laboral, situación que en caso de ser trabajo digno, permitiría avanzar en movilidad social. Para lo anterior, resulta fundamental la organización de los trabajadores y la defensa de sus derechos, más aún cuando el Estado hace rato que se olvidó de administrar el país para todos y todas.



Pero claro, como pululan los empresarios que abultan ganancias por sobre condiciones de trabajos dignos, políticos que legislan para ayudar a quienes les financiaron las campañas, y como la organización de trabajadores no se encuentra en el mejor de sus momentos gracias a dirigencias poco claras y firmes, hoy las personas tienen que echar a andar la imaginación y rebuscárselas a como de lugar para parar la olla en el día a día.


Acá se presentan ejemplos de quienes desde la calle, sin cobertura médica ni pago de imposiciones, intentan obtener los recursos que les permitan superar las condiciones dificultosas de sobrevivencia, dineros que en un país que mide la pobreza de la población únicamente por medio de una canasta básica de alimentos, poco significará para que la gran mayoría de estos comerciantes o artistas puedan dar dignidad a la existencia personal y familiar, decencia que se relaciona con el acceso a educación y salud de calidad, posibilidades de una vejez segura, un techo donde echar los huesos para descansar las 12 o más horas de trabajo, entre otros derechos que hoy están guardados en el baúl de los recuerdos.

Por René Squella Soto

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