lunes, 10 de marzo de 2014

2 ruedas que partieron

El pasado 1 de marzo era mi último día de 36 años. Lo celebraría andando en bicicleta, en la Rusia, una cleta marca Belda de color amarillo, tapizada de adhesivos en sus distintos rincones. Pasaría por ella en el estacionamiento público en el que se había convertido la Intendencia de Valparaíso, ahí por el sector de Bellavista.



Llegué motivado colocándome los guantes. Además, llevaba unos pulpos para amarrar el cortaviento rojo a la parrilla. Miré por todos lados y mi vista no se fijaba en ella. Di varias vueltas deteniendo mi mirada en cada bicicleta de las ahí presentes. Luego de unos minutos, la sentencia fue clara, me habían robado la cleta, la bici que por más de 12 años me había acompañado en distintos trayectos y con variada compañía.
Caminé, no sé donde, pero caminé. Pasaron por mi mente muchas de las rutas que hicimos juntos, comenzaba a extrañar su alejamiento forzado. Desde mi vertiente optimista, comenzaba a considerar la pérdida como una situación que debía entregarme más elementos constructivos que destructivos. Rápidamente llegué a la conclusión de que la situación me mostraba la necesidad de un acto de desprendimiento de lo material, de saber vivir sin anclajes de aquello que más que liberar, termina encadenándote. Días antes, pensaba en mis bienes materiales y concluía que se circunscribían a mi vieja cleta amarilla, la computadora que se sobrecalienta y se apaga, una cámara fotográfica y una buena cantidad de libros y documentales/películas. Ahora, debía borrar de esa lista el primer bien que se me venía a la mente al hablar de lo que poseo como propio. 

Mis pasos no se detenían, parecía que estuvieran presionando pedales y dándole fuerza así al ciclo de las ruedas.
Tampoco se detenía la mirada de cierre de ciclos o etapas, 12 años con una misma bicicleta y en el año de la Serpiente, deja de acompañar la Rusia mis rabias y melancolías, mis escapadas a fumar un porro costero, mis compras y trámites varios. Quedé sin medio de transporte en Valparaíso. Patita y Trolley ahora son la predilección.
Ante la situación de pérdida de mi cleta, también aparecieron exquisitas muestras de solidaridad y cariño que a uno le inflan el corazón y el alma. Desde la difusión por las redes sociales de las fotos que había compartido –esperanzado en encontrarla-, hasta los ofrecimientos de bicis para moverme por la ciudad y acompañarme en mis trayectos costeros. Gracias gente, la Rusia, la cleta Belda Amarilla, sigue en los espíritus de uds., mis Hermanxs y Compañerxs.
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1 comentario:

Anónimo dijo...

Un salud por la Rusia compañero.. Claudio Donoso