A finales del año pasado nuevamente el puerto dió a porteños, trabajadores y turistas uno de sus más característicos espectáculos.
Y no me refiero a los fuegos artificiales o al mar de gente que invade el puerto patrimonial, sino que a los incendios que malandras, locos y pajarones suelen provocar en alguno de los 40 y tantos cerros que miran la bahía.
Aquí, una vista desde Cerro Barón y Cerro Playa Ancha, desde el mismo centro comercial fertilizado por cenizas de boldos y eucaliptus.
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