miércoles, 12 de noviembre de 2008

QUE NO SE VAYA DE NUESTRA MEMORIA

El 9 de Noviembre de hace 25 años fueron detenidos Galo y Maria Candelaria Acevedo Saez, ambos hijos del obrero de la construcción Sebastián Acevedo Becerra.
Los buscó el hombre con desesperación durante 2 días pero nadie le dio una respuesta, solo sabía que esos civiles no identificados que detenían a discreción, que entraban a las casas destruyendo todo a cualquiera hora del día o de la noche, que actuaban igual que las SS alemanas , eran miembros de la siniestra CNI y que cualquiera que caía en sus manos era sometido a crueles torturas y corría el riesgo cierto de pasar a engrosar las listas de detenidos desaparecidos o ajusticiados políticos.

Sebastián buscaba y buscaba sin resultado, y a ratos constante y luego a intervalos podía sentir en su cuerpo cada golpe que recibían sus críos. Pasaron todas las horas del 10 de Noviembre y se fueron agarrotando sus miembros y la cabeza parece que le iba estallar, sin embargo se mantiene en pie buscando sin encontrar a sus hijos, que en poder de los chacales también han de estar desfallecientes.

El 11 de Noviembre se fue acercando lentamente, tambaleando a veces producto de la falta de sueño, hacía el centro de la ciudad de Concepción, esperando encontrarse a cada vuelta de esquina con el cuartel secreto de la CNI. Ya había resuelto que patearía con furia la negra puerta de latón.
- Mis hijos, mis hijos, deben aparecer mis hijos con vida, no importa lo que a mi pueda sucederme, pero a mis hijos les queda toda una vida por delante. Susurra, grita, llora.

El fuerte viento se lleva las nubes blancas de noviembre y en espaciados períodos de tiempo deja ver el cielo azul, ese cielo azul que miran por última vez los ojos de Sebastián Acevedo, mientras sus ropas se van empapando del fuego que luego se hará llamas que cubrirán su cuerpo.
La antorcha humana de la dignidad., el fuego sagrado encendido en defensa de los derechos humanos se va apagando lentamente y llegan aún los quejidos de Sebastián Acevedo Becerra a los oídos de todos quienes lo rodean atónitos, consternados, incapaces quizás de entender ese sublime acto de amor humano y fraterno.

En las puertas de la iglesia donde se fue haciendo polvo y aceite Sebastián Acevedo, el padre que entregó la vida a cambio de la de sus hijos, hasta el día de hoy se mantiene el sello indeleble que dejara este hombre a las generaciones futuras. Por eso hoy, en que por vigésima quinta vez nos tocamos con ese 11 de Noviembre, pienso que debemos trabajar muy duro para que Sebastián Acevedo no se nos vaya de la memoria, por que ahí será cuando morirá definitivamente y eso no podemos permitirlo.
Convicción y Pasión
HVS

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