Me hubiera sentido orgulloso de un país que celebra sus 200 años de vida como República construyendo hospitales públicos para resolver las dolencias de las gentes que habitan este terruño, sean de donde sean.
Con satisfacción habría hecho un salud con el alcohol que viniera por el cumpleaños del país, si en vez de 34 mapuches en huelga de hambre hace 69 días pidiendo la no aplicación de una ley acomodaticia, me encontrará celebrando la recuperación de los territorios de la nación mapuche usurpados bajo violencia y engaños.
Un pie de cueca con aires de rap en el zapateo me hubiera mandado, al aplaudir la excelencia de la educación pública que se entrega desde salas cunas hasta universidades que pertenecen al Estado, pero uno se encuentra con un pilar básico de una sociedad que es transformado en un negocio por pechoños que se golpean el pecho por dios, pero que no trepidan en ambicionar riquezas e imponer formas de vida pasando a llevar a gentes y naturaleza.
Abrazaría una bandera en estos 200 años, pensando en que mi digno país le cierra las puestas a la codicia transnacional por nuestros recursos naturales, alimentos y nosotros mismos, se festeja la nacionalización de los recursos naturales y con ello la redistribución de la riqueza por medio de los organismos del Estado y la Sociedad Civil, se saluda la generación de energías renovables no convencionales y con ello una inversión fuerte del mismo Estado, para asegurar autonomía.
Pero ya verán, nos gobiernan ingenieros comerciales que solo piensan en desarrollo económico, lo social, ambiental y cultural si no es rentable no tiene importancia; administran nuestros país quienes aseguran a la clase gobernante un estricto orden para que el paisito funcione para ellos.
Para mí la sensación es tristeza e ira contenida, 200 años y con razón mucha gente odia el Estado y también le encendería candela. Yo defiendo un Estado fuerte e inteligente, y eso se lo da la participación de una comunidad informada, crítica y creativa; 200 años y pocos avances y mucha sangre regando los jardines de los egoístas de siempre, los mismos que rezan, como pidiendo que solo se mantengan los beneficios para ellos.
200 años y nada que festejar, todo que construir, desafío no menor, más aún cuando muchos se sientan a observar, criticar o aplaudir los esfuerzos de otros… talvez esos sean a fin de cuentas, los peores enemigos para avanzar en las transformaciones revolucionarias necesarias para la vida, la buena vida de todxs.
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