Cientos de miles se sumergen debajo de la tierra santiaguina día a día, se trasladan de un lugar a otro en la atestada y contaminada capital del país. Se comparten instantáneas obtenidas en el momento en que la bicicleta se deja en casa y se participa del tetris humano en el que se ha convertido el metro chileno.
Una de las pocas empresas en que va quedando su administración en manos del Estado es el metro de Santiago, y claro, como tiene que solventarse económicamente bien le viene la publicidad. Incluida la de bebidas alcohólicas, a vista y paciencia de pequeños y grandes.
Cuando el horario es el adecuado y las personas se pueden estirar, algunos sacan libros o teléfonos y el viaje corto se hace más placentero.
Pero en otras ocasiones, en el horario de alto tráfico, las cuncunas se vuelven insoportables y cada una de las estaciones asemeja a un gigante hormiguero humano que ve salir de sus madrigueras a cientos y cientos de personas.
Pero en otras ocasiones, en el horario de alto tráfico, las cuncunas se vuelven insoportables y cada una de las estaciones asemeja a un gigante hormiguero humano que ve salir de sus madrigueras a cientos y cientos de personas.
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