La realidad supera los límites y la codicia se hace dueño de todo lo que se le imagine. La mayoría se siente incómodo con eso, algunos se enferman, otros matan.
Existe una indignación generalizada pues la soberbia con la que se sigue estrujando la vida de muchos colmó las paciencias, en especial, de los más jóvenes, quienes observan un futuro sombrío desde lo social y ambiental, de lo cultural y económico. Aunque estudien y saliendo endeudados, las perspectivas no son para nada buenas, considerando las alzas en las condiciones de vida de los pueblos y los sueldos paupérrimos acompañando condiciones laborales deplorables.
¿Qué se pierde?, una vida individualista y competitiva, existencia egoísta y pensada para el beneficio de unas cuantas familias que viven en el mundo del bilz y pap, mientras otras cuantas arribistas quisieran ser como ellos, o por lo menos servirles. Esos grupos, que reciben nombre de aristocracia, burguesía, oligarquía y varios más, son una minoría, talvez el 1% que dicen los indignados yanquis.
¿Qué se gana con la indignación y las revoluciones por construir?, se gana libertad y comunitarismo, pues sabemos que la alternativa única es colectiva, y se construye con la participación de todos. Se piensa también para los que vienen, pues las revoluciones futuras tienen que pensar en ser sostenibles en el tiempo, y eso también desde lo social y ambiental.
Aquí el desafío presenta 2 caminos. Tomarse el poder o construirlo. Alternativas para nada excluyentes y que estratégicamente, pueden trabajarse desde lo colectivo para llegar a lo masivo, condición necesaria para una victoriosa revolución con transformaciones importantes en las relaciones varias que se sostienen actualmente. En el trabajo, con el medioambiente, entre pueblos.
¿La idea es que el 2012 sea inolvidable no?
continua...
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