Los crímenes de lesa humanidad no prescriben. Es decir: aquellos que son responsables de los mismos pueden ser juzgados en cualquier momento, cuando la circunstancia política lo permite. No hay punto final para esos crímenes que no sea el de la plena justicia. Sin embargo, la cultura represora ha inventado una forma inédita de no prescripción. Para la cultura represora los crímenes de lesa humanidad no prescriben simplemente porque se continúan produciendo.
En este mismo momento, y en todos los momentos siguientes los expoliadores-explotadores del planeta cometerán multiplicidad de crímenes. Contra las personas (llamados trata) contra los suelos (llamados desmontes) contra la salud (llamados reasignación de recursos) contra la inteligencia (llamados planes de educación) contra la alimentación (llamados precio sostén de los granos). Los crímenes no prescriben simplemente porque se siguen cometiendo, y el sistema capitalista no funciona en el marco de ninguna legalidad, ni siquiera la más laxa. Por eso la modalidad que la cultura represora construyó para perpetuar sus crímenes incluye el reconocimiento de los mismos y por lo tanto avalar ciertas políticas de “reducción de daños”, sin que éstos puedan ser eliminados.
En las habituales noticias sobre el estado del tránsito, se denomina “accidente múltiple” lo que no deja de ser una forma criminal de conducir automóviles que están preparados como armas de destrucción selectiva. Los crímenes de lesa humanidad no prescriben porque los autores pueden ser juzgados no importe el tiempo que pase. Pero además no prescriben porque se siguen cometiendo, una y otra vez, cada vez con más ferocidad, cada vez con más impunidad. La dimensión planetaria del genocidio sólo es advertida, y lamentada, cuando conmueve al Imperio. Por ejemplo torres gemelas, colapso financiero.
La cultura represora se apropia de la no prescripción y en su cinismo demoledor, pareciera decir: “puesto que no prescriben, sigamos asesinando”. Nuestros invasores de la vieja europa, eran humanos, pero de una humanidad corrompida y prostituída por el poder del dinero. Con cruces y espadas culpables de los crímenes horrendos que pretenden canjearse por un fin de semana largo. El “encubrimiento” de América es la marca de los colmillos de una europa imperial y sanguinaria. Colmillos que se abalanzaron sobre dos niños wichis, de apellido Negro. ¿Apellido o destino? La negritud amenazada, escarmentada, encarcelada, hambreada, “pacotizada”, desterrada, secuestrada, asesinada. Cuerpos fragmentados que no sostienen a un sujeto que pueda recibir un poco de todo lo que le falta para seguir viviendo. Demolición de un sujeto para descubrir el horror de los cuerpos perforados. Pero los crímenes no prescriben porque se siguen cometiendo, todos los días, todas las tardes, todas las noches. Será por eso que la raza asesina tiene su día.
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Agencia Pelota de Trapo
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