martes, 22 de octubre de 2019

Chile: del Oasis a la Guerra. 3 desafíos!

Y terminó explotando, el malestar social que se incubaba bajo un modelo económico basado en la precariedad del trabajo, la destrucción de los ecosistemas, la concentración de la riqueza, la mala calidad de vida y salud mental, y la corrupción político empresarial del duopolio que ha gobernado a Chile por 30 años, terminaron encendiendo la mecha del descontento con el alza de 30 pesos en el pasaje del metro capitalino, alza de 30 pesos, que simbolizan los casi 30 años de postdictadura viviendo con el Modelo de Desarrollo construído con Pinochet en el poder. 

Y ante todo ese escenario, la respuesta del Gobierno fue apagar el incendio social con bencina. Sacó a militares a la calle porque se empezaron a incendiar las estaciones de Metro, y la gente se enardeció aún más, manifestando su descontento con cacerolas, barricadas y destrucción de aquellos negocios que concentran la riqueza, se coluden con los precios, entregan trabajos precarios, y se benefician con los dineros de nuestras jubilaciones. Llegó incluso a decir Piñera que estamos en Guerra con un enemigo poderoso, y aquellos a quienes llama enemigos, son el propio pueblo del cual es Presidente.
Las demandas se multiplicaron porque las necesidades también son múltiples y han sido parchadas por mucho tiempo con los gobiernos democráticos. Se tiene que cambiar el remedio para nuestra enfermedad llamada neoliberalismo, y ello pasa por quitarle poder al mercado para entregárselo a las propias comunidades organizadas como también al Estado. 

El desafío que se plantea por un lado es para la clase política y empresarial (muy cercanas por lo demás), deben legislar desmantelando este modelo de desarrollo para retomar los derechos sociales en ámbitos fundamentales de la vida: Salud, Educación y Vivienda; deben intervenir para transformar la matriz económica basada en extractivismo de materias primas para fortalecer una economía social y solidaria que primero piense en el bienestar de las mayorías por sobre las riquezas que concentran el 1% más rico de la población. 

Resulta obvio entonces, que lo fundamental en ello es una nueva constitución y esta vez en vez de redactarlas entre 4 paredes como en Dictadura, debiera ser una Asamblea Constituyente que empiece a colocar los nuevos cimientos que construyan un país para todos y todas.
Pero para mí, y relacionado con mi quehacer de la Psicología Comunitaria, el desafío máximo es de las comunidades, los territorios, y las organizaciones sociales. Necesitamos articularnos, tejer confianzas, encontrarse, mirarse, dialogar, y a partir de ello, construir colectivamente. Recuperar espacios, gestionar nuestros residuos, cuidarnos de la violencia policial, en fin, cada territorio tendrá sus necesidades pero a la vez sus propios recursos para colaborar en las problemáticas que les afligen. Requerimos despertarnos del marasmo social para que no solo sean días de efervescencia social, sino que por sobre todo, sean semanas y meses en donde la solidaridad eclipsa la competencia y la colectividad abruma al individualismo. 
Y finalmente, no se puede dejar pasar que una vez más el ejército de Chile desempolvó sus armas contra un pueblo armado de ollas y cucharas de palo mientras policías iniciaban saqueos, incendios o secuestraban a personas de sus hogares. Hace 46 años nadie tenía cámaras para filmar sus fechorías, hoy quedan grabadas para la historia las acciones deleznables de unas FFAA y Policías a las que se les debieran transformar sus espacios de formación para que presten servicios en tragedias socionaturales y no en la represión a su pueblo, acciones maquiavélicas que deberán ser perseguidas por la justicia y castigarse con el máximo rigor. Caso contrario, la impunidad seguirá entregándole el poder a quienes tienen el monopolio de las armas para que éstos, sigan atentando contra quienes entre otros, piden el mismo sistema de pensiones que tienen ellos. 

Dicen que después del caos viene el orden, esperemos que ese orden no sea más status quo y que transforme las cosas en serio, y para ello, la participación comunitaria y el poder popular que ello construye, no solo es fundamental, sino que es la base de la nueva sociedad que se requiere construir para hacer frente a los desafíos climáticos globales que se avecinan, y las desigualdades que se han incubado hace varias décadas.

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