Vista desde donde Selkirk habría hecho su casa
Camino al Mirador de Selkirk
Hoy, poco más de 800 personas viven en la ahora llamada Isla Robinson Crusoe –ex Masatierra-, denominación en memoria del personaje que creara Daniel Defoe en una de sus novelas, la más famosa. San Juan Bautista se llama el poblado y en el último tiempo ha sufrido 2 eventos desgraciados, uno natural –tsunami-, y otro humano –avión de la FACH-.
Bote Victoria en solitario en la Bahía
Con el maremoto no solo se perdieron 16 vidas de
grandes y chicos, también el centro comercial, cívico y comunitario había sido
barrido por una ola de varios metros que arrasó con todo lo que encontró a su
paso. Así se perdieron los espacios de encuentro en que la población se reunía
para hacer deportes –gimnasio-, educarse –Escuela Dresden-, o juntarse como
parte de la activa vida social que se tiene en la isla –Sindicato de
Pescadores, Bares, Clubes Deportivos y de Adulto Mayor, etc-.
Una especie de Bosques de Nalcas
La comunidad vive alrededor de lo que queda de un antiguo cráter de más de 3 millones de años. En la segunda mitad del siglo XIX con el suizo Alfredo Von Rodt se inicio el poblamiento definitivo, antes, había sido guarida de piratas, corsarios y varias veces presidio para delincuentes o disidentes de los gobiernos de turno.
Plazoleta El Yunque, Hogar del Alemán Weber, tripulante del Dresden
La isla en su gran mayoría es Parque Nacional a la vez que es declarada Reserva Mundial de la Biósfera. Varias especies endémicas de flora y fauna vive en este pedazo de tierra, algunas, en peligro de extinción gracias a la acción todopoderosa del hombre -y la mujer-.
Picaflor de Juan Fernández, Hembra
La Isla Robinson Crusoe es una maravilla de la naturaleza y eso no solo se demuestra con lo que se encuentra en la superficie de la tierra, sus aguas, a decir de muchos, esconden uno de los lugares más bellos de los más de 4.200 kilómetros de costa que tiene el país.
Aquí la caminata es un regalo que se hace a los sentidos, los bosques y sus habitantes dialogan en un sonido que mezcla hojas, pájaros, insectos, agua y un largo etcétera; los colores y muchos tonos de verde se van sucediendo en el paisaje para el deleite de la mirada, también los azules del mar o del cielo, estas últimas, pintarrajeadas con nubes blancas y otras muchas, de tonalidades grisáceas.
Placa recordatoria a Selkirk en el mirador de su nombre
El mar mantiene un ritmo constante y abajo sus habitantes se mueven como arriba personas y perros, picaflores y caballos. Los botes descansan en Bahía Cumberland esperando un buen tiempo para las salidas en donde revisarán las trampas que se les colocan a las langostas para que piquen.
Selkirk vivió más de 1.500 días en la isla que antes era llamada Mas A Tierra, en todo ese tiempo, les aseguro, jamás estuvo solo.
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